miércoles, 11 de agosto de 2010

El discreto encanto de los hombres que son capaces de llorar

Es muy fuerte. Me puede, me descoloca, me conmueve.
No puedo ver un hombre llorando que me enamoro.
Por suerte a los hombres no se les da por hacerlo seguido delante mío, porque si no andaría por la vida cambiando de amores al tiempo de los llantos.
Sacando a mis amigos, la última vez que vi a un hombre llorar fue en el año 2005, éramos un grupo de ocho personas paseando por Aleppo, Siria, nos acompañaba un guía llamado Assad.
Hasta ese momento -hacía cuatro días que nos conocíamos- todo transcurrió con normalidad. Pero tuvo que pasar … fuimos a almorzar a Sissi House, un lugar precioso que recomiendo a quien pase por esa ciudad. Mientras conversábamos de cualquier cosa, Assad se puso a contar que hacía un año había tenido un accidente cerca de allí, que había estado algunos días internado, y de repente, se le empezaron a caer las lágrimas, y no podía hablar, nos contó que mientras estaba internado su madre había muerto y él no había podido llegar a despedirla. La situación era bien triste, conmovedora, a todos les dio pena, a mí también, pero con un agregado, me enamoré, ese mismo día comenzó nuestro romance, que duró lo que mi estadía en su país, pero precisamente por haber llorado, no fue un romance de esos que se olvidan. Aún hoy cada tanto recibo algún mail suyo. A veces contesto, a veces no, pero por esas lágrimas, Assad fue uno de los hombres importantes en mi vida.

domingo, 8 de agosto de 2010

Y hablando de los que envejecen bien ...



No sólo es buen compositor y cantante, sino que cada día está más atractivo. Viene en octubre a Buenos Aires a dar un show en el Coliseo ¿alguien quiere venir?